En la Grand Rue de Ginebra, en el número 11, existe un hermoso palacete que aloja una de las mejores bibliotecas de Ginebra, en su momento fundada como Sociedad de la Lectura.
Es una de las tantas fundadas a principio del siglo XIX, por personas con inquietudes intelectuales, y cuyo objetivo era mantener vivo el espíritu del siglo de las luces, el de Rousseau y Voltaire.
Estos cenáculos literarios nacieron como lugares de debate y discusión de las ideas.
Sus estancias, luminosas y tranquilas con vistas al lago, están destinadas al disfrute de los socios. Vienen aquí para leer, y algunos para investigar en cubículos especialmente dispuestos, alejados de toda perturbación. Y hay sesiones de debate, y conferencias y lecturas, destinadas para los socios, todo con el espíritu pluralista con que la sociedad fue creada.
En la segunda planta, sobre el marco de la puerta de acceso al mayor de los depósitos de libros, coleccionados a lo largo de casi dos siglos, hay una inscripción de advertencia escrita en latín, que reza: Timeo hominem unius libri, lo que en buen castellano quiere decir, Temo al hombre de un solo libro.
Dado los tiempos que corren, podríamos parafrasearlo con “Temo a las personas que leen un solo Diario Digital”.
Si queremos defendernos de que se nos bombardee con ideas retocadas, verdades a medias, falacias, que logran consolar al necesitado seguidor, no nos queda otro remedio sino leer cuantos Diarios Digitales podamos.
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